Podríamos definir el
sentimiento de culpa como una sensación generalizada
de miedo o angustia, vivenciada la
mayoría de las veces como un estado flotante de intranquilidad,
sin saber de dónde procede, con incapacidad para vincularla con algo
concreto, pero que es muy desagradable porque no deja tener paz,
tranquilidad, con un desasosiego constante en el estado de ánimo.
Con todo, la persona
que tiene esta vivencia, que se percata de ello, tiene suerte, dado
que es consciente, porque justo esa sensación es como una señal que
le pone en alerta de que algo no anda bien, por lo que en su mano
está el buscar la solución, el rastrear esa señal. Peor es la
situación de aquellas otras personas que no tienen la señal en
forma de angustia e intranquilidad. Se podría pensar: "si no la
tienen es que no la hay y el psicoterapeuta se la inventa". En qué se
fundamenta para decir que está presente cuando la propia persona no
la siente y aparentemente se encuentra tranquila.
Lo que ocurre en este
caso, y por eso lo detecta el psicoterapeuta, es que la persona
controla la aparición de la angustia limitando, reduciendo sus
conductas y comportamientos que “sabe”, no la van a sacar de la
tranquilidad; esto tiene un alto coste en el desarrollo como persona,
en lo que se da en llamar realización personal, al no poder hacer y
gozar de lo que otras personas a su alrededor disfrutan.
Vamos a hacerlo práctico
viendo el historial de una persona que ilustra ese segundo caso [La información que sigue pertenece a un caso de estudio documentado. Toda la información de carácter personal de la paciente ha sido omitida, al mismo tiempo que esta última ha dado su aprobación a lo que aquí se ha publicado].
Esta es una mujer que está terminando la treintena. Soltera. Ha tenido alguna relación de pareja sin mucha convicción, prefiriendo más bien la relación de tipo grupal, o de pandilla (las típicas durante la adolescencia). La razón o argumento que aduce para la evitación del compromiso en la relación de pareja es el rechazo a asumir el proceso de la maternidad: cuando proyectaba hacia el futuro su imaginación para representarse en situación de madre, vinculada a una criatura, le provocaba pavor como para acabar por no comprometerse en serio en las relaciones. Y así fueron pasando los años hasta que ahora, cerca de los cuarenta, en su última relación, decide asumir la maternidad. Curiosamente, como por casualidad, la relación acaba rompiéndose.
Esta es una mujer que está terminando la treintena. Soltera. Ha tenido alguna relación de pareja sin mucha convicción, prefiriendo más bien la relación de tipo grupal, o de pandilla (las típicas durante la adolescencia). La razón o argumento que aduce para la evitación del compromiso en la relación de pareja es el rechazo a asumir el proceso de la maternidad: cuando proyectaba hacia el futuro su imaginación para representarse en situación de madre, vinculada a una criatura, le provocaba pavor como para acabar por no comprometerse en serio en las relaciones. Y así fueron pasando los años hasta que ahora, cerca de los cuarenta, en su última relación, decide asumir la maternidad. Curiosamente, como por casualidad, la relación acaba rompiéndose.
Si atendemos a los
lenguajes no verbales que emitían sus gestos, movimientos y formas
de vestir, etc., a los que también se presta atención en
psicoterapia, tendremos la confirmación de lo que se decía. Efectivamente, vemos
como todas las especies tienen conductas no sólo de acicalamiento sino también llamativas a fin de atraer la atención de los miembros
del otro sexo cuando llega el momento de la reproducción. Nosotros,
los humanos, no somos diferentes.
Volviendo al caso que
nos ocupa. ¿Cuáles eran los lenguajes no verbales de esta mujer que
nos confirman lo que habíamos referido? Justo precisamente lo
contrario a llamar la atención del otro sexo. Tratar de pasar
desapercibida: el pelo, que tanto juego da para la coquetería
femenina, no le hace perder el tiempo a la hora de prepararse; lo
recogía con una gomita, formando una coleta y así un día tras
otro, sin probar otras looks. Con la ropa, otro tanto de lo mismo, su
función era para vestirse, sin permitirse algún detalle para
llamar la atención de los chicos. Todo esto refuerza la postura de
no querer asumir los compromisos en las relaciones con los hombres.
Aquí estamos viendo
en acción el sentimiento de culpa del que ella no se percata, pero
que está bloqueando unas conductas que le posibilitarían acceder a
otra vida más plena. Ahora, la pregunta que
todo el mundo se hará es, ¿por qué se produce esa culpabilidad?
Esto tiene su origen en el desarrollo de la historia personal. Fue la
única hembra de la camada, y, quizás por ello, "la chichi", "el ojito
derecho del papi", a quien adoraba. Señal del fuerte lazo que les
unía, es el detalle de que a pesar de haber pasado más de un lustro
del fallecimiento del padre, no puede evitar el llorar en el momento
de rememorarlo, señal de que el duelo todavía no está elaborado
del todo.
Si para formular la
explicación seguimos el modelo de Freud, diremos que es una situación
edípica. Si tomamos a Jung tendríamos que hacer referencia al
arquetipo. Si por el contrario, seguimos el modelo de Bert
Hellinger, en las constelaciones, dirá que ella está representando
el papel de novia del padre y desplazando a su madre. La nomenclatura
varía, pero el fondo del proceso es el mismo.
Creo que queda claro
el caso y la razón de ser del sentimiento de culpa y lo que pude
llegar a condicionar.
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