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lunes, 8 de mayo de 2017

El niño que no aprendía a restar

Formando parte de los Equipos Externos del Sanatorio Psiquiátrico de Toén Manuel Cabaleiro Goás, en una de las habituales visitas al sector de la provincia que nos correspondía, centralizado en las poblaciones de Xinzo de Limia y Allariz, una profesora consultó (todavía no se habían creado los Servicios de Orientación Escolar) el caso de un niño que no daba aprendido el proceso de la substracción. “Oye, José Antonio -me dice-, este niño de ocho años, que tiene aspecto de espabilado, al que le explico el proceso de la resta, diciéndole cuál es el minuendo y el substraendo, al tiempo que voy poniendo las cantidades en el encerado, del ejemplo que le pongo (tengo cinco caramelos; me como tres. ¿Cuántos me quedan?); haciendo yo también esta primera operación, sin lograr que realice satisfactoriamente el siguiente ejemplo, similar al primero. Se produce como una ofuscación y no hay manera de que coloque bien las cantidades. Qué está pasando.”

Antes de proceder a intervenir con el niño, se le dice a la profesora que es conveniente tener una entrevista con los padres -se citan para la semana siguiente-, a fin de hacer la anamnesis; estudiar su desarrollo evolutivo y analizar el ambiente y criterios educativos de los padres, etcétera.

Una vez realizada la entrevista, se tiene el primer encuentro con el niño. Se utiliza el dibujo, pues es su lenguaje natural, sobre todo, antes de las operaciones formales, siguiendo a Winnicott, Melanie Klein, Aberásturi

Se le dice al niño que dibuje lo que quiera. Procede a representar un pueblo, por medio de un grupo de casas, y, a un lado del folio, separada del pueblo, representa otra casa aislada. Para la semana siguiente, con el fin de tener más información, se le invita otra vez a dibujar, volviendo a representar el mismo tema: la casa aislada frente al grupo de casas.

Recordando un pasaje de la entrevista con los padres de dos semanas atrás, que enseguida vinculé con los dibujos, nos dio la clave de la solución: me había comentado la madre que a su hijo, por otra parte único, lo que más le gustaba era sentarse entre los padres en el sofá y ponerse a ver la televión con ellos. Pero a la vez esta situación era la más frustrante porque su padre, no bien terminaba de sentarse el hijo, ya le estaba diciendo, aunque no siempre: “… ¿Y tú, no tienes deberes que hacer? Pasa para la habitación a estudiar.”

La vinculación de la escena anterior con la representación simbólica de los dibujos es clara: el pueblo representa a los padres y la casa aislada le representa a él. Con esto nos está indicando algo que le preocupa.

Por otra parte, esta representación simbólica invade todos los ámbitos, incluido el del aprendizaje. En este caso concreto, la resta, se presta igualmente para expresar simbólicamente su problema: el minuendo y el substraendo representan a los padres, y, el resto, al otro lado de la raya separativa (lo más doloroso), a él.

Si un profesor- ra, no cae en estos detalles, llenará al niño de cuadernillos con operaciones de restas, con lo que reforzará el problema (hurgar en la herida) en vez de solucionarlo. Por el contrario, sin hacer una sola cuenta, explicándole lo que le preocupaba, esa separación de los padres cuando veían la televisión, se le ayudó a afrontar la angustia: le resultó doloroso pero lo superó. Le ayudamos a cruzar el mar sin que el cielo se enterase, esto es, sin hacer cuentas.

A la semana siguiente, la profesora preguntó qué había hecho con él, porque a partir de entonces no volvió a equivocarse a la hora de colocar las cantidades.

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