Formando parte de los
Equipos Externos del Sanatorio Psiquiátrico de Toén Manuel
Cabaleiro Goás, en una de las habituales visitas al sector de la
provincia que nos correspondía, centralizado en las poblaciones de
Xinzo de Limia y Allariz, una profesora consultó (todavía no se
habían creado los Servicios de Orientación Escolar) el caso de un
niño que no daba aprendido el proceso de la substracción. “Oye,
José Antonio -me dice-, este niño de ocho años, que tiene
aspecto de espabilado, al que le explico el proceso de la resta,
diciéndole cuál es el minuendo y el substraendo, al tiempo que voy
poniendo las cantidades en el encerado, del ejemplo que le pongo
(tengo cinco caramelos; me como tres. ¿Cuántos me quedan?); haciendo
yo también esta primera operación, sin lograr que realice
satisfactoriamente el siguiente ejemplo, similar al primero. Se
produce como una ofuscación y no hay manera de que coloque bien las
cantidades. Qué está pasando.”
Antes de proceder a
intervenir con el niño, se le dice a la profesora que es conveniente
tener una entrevista con los padres -se citan para la semana
siguiente-, a fin de hacer la anamnesis; estudiar su desarrollo
evolutivo y analizar el ambiente y criterios educativos de los
padres, etcétera.
Una vez realizada la
entrevista, se tiene el primer encuentro con el niño. Se utiliza el
dibujo, pues es su lenguaje natural, sobre todo, antes de
las operaciones formales, siguiendo a Winnicott, Melanie Klein,
Aberásturi…
Se le dice al niño
que dibuje lo que quiera. Procede a representar un pueblo, por medio
de un grupo de casas, y, a un lado del folio, separada del pueblo,
representa otra casa aislada. Para la semana siguiente, con el fin de
tener más información, se le invita otra vez a dibujar, volviendo a
representar el mismo tema: la casa aislada frente al grupo de casas.
Recordando un pasaje
de la entrevista con los padres de dos semanas atrás, que enseguida
vinculé con los dibujos, nos dio la clave de la solución: me había
comentado la madre que a su hijo, por otra parte único, lo que más
le gustaba era sentarse entre los padres en el sofá y ponerse a ver
la televión con ellos. Pero a la vez esta situación era la más
frustrante porque su padre, no bien terminaba de sentarse el hijo, ya
le estaba diciendo, aunque no siempre: “… ¿Y tú, no tienes
deberes que hacer? Pasa para la habitación a estudiar.”
La vinculación de la escena anterior con la representación simbólica de los dibujos es clara: el pueblo representa a los padres y la casa aislada le representa a él. Con esto nos está indicando algo que le preocupa.
Por otra parte, esta representación simbólica invade todos los ámbitos, incluido el del aprendizaje. En este caso concreto, la resta, se presta igualmente para expresar simbólicamente su problema: el minuendo y el substraendo representan a los padres, y, el resto, al otro lado de la raya separativa (lo más doloroso), a él.
Si un profesor- ra, no cae en estos detalles, llenará al niño de cuadernillos con operaciones de restas, con lo que reforzará el problema (hurgar en la herida) en vez de solucionarlo. Por el contrario, sin hacer una sola cuenta, explicándole lo que le preocupaba, esa separación de los padres cuando veían la televisión, se le ayudó a afrontar la angustia: le resultó doloroso pero lo superó. Le ayudamos a cruzar el mar sin que el cielo se enterase, esto es, sin hacer cuentas.
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