Cuando se elaboró el
PEC. y posteriormente otros documentos como fueron el de CONVIVENCIA
y, más recientemente, el de ATENCIÓN A DIVERSIDADE, se hizo un
estudio de la realidad educativa de nuestro contexto para determinar
las necesidades educativas más acuciantes.
Para ello, se partió
de un documento de las páginas Web de la Xunta en la que estaban
elaboradas y clasificadas por apartados las posibles necesidades que
se podrían dar en una comunidad educativa. Tomando como base esta
clasificación se tiró de archivo en el Departamento de Orientación
para determinar el número de alumnos que habían sido
diagnosticados y encuadrados en estos grupos, y los que ,
recientemente, una vez evaluados, son atendidos por las
especialistas.
De todos los grupos
recogidos en esa página clasificatoria, el que más alumnos acoge,
el U, se refiere a alumnos con situación familiar y/o social
desfavorecida. Dentro de la amplia y variada gama de casos que lo
integran, está el de aquellos alumnos que son víctimas de la
separación o divorcio de sus padres.
La ruptura familiar
siempre supone una vertiente jurídica, todavía reciente en nuestro
país, ligada a la presente etapa democrática, y la vertiente
educativa y emocional. De este campo los jueces ni si ocupan ni están
formados, ni dan consejos, sólo sentencias. Por consiguiente,
corresponde a los educadores, en concreto a los tutores, con quienes
tienen relación los padres por darse la casualidad de ser los
profesores de sus hijos, motivo más que justificado –por el hecho
de conocer a su hijo- para pedirle un consejo acerca de las mejores
medidas a tomar, como consecuencia derivada del proceso de separación
o divorcio llevado a cabo.
Así pues, como
profesores, nos corresponde no sólo la faceta instructiva –la
transmisión de unas materias- sino la faceta educativa, que ya
integra los aspectos emocionales, la personalidad. Esto anterior nos
exige una mínima base de conocimientos para poder dar un consejo
fundamentado en estudios y opiniones de expertos.
Cuando unos
progenitores deciden separarse, se producen unas situaciones
desgarradoras con consecuencias negativas, casi siempre, para los
hijos. El cambio de condiciones en el matrimonio supone el tomar
medidas que muchas veces producen incertidumbre por las repercusiones
o consecuencias negativas que puedan tener sobre los hijos, sobre
todo cuando hay varias alternativas para elegir y no se sabe cuál es
la menos perjudicial.
Con este fin
elaboramos este trabajo, basado en el estudio y publicaciones
realizadas por psicoanalistas tras la larga experiencia de atender
estos casos. Citaremos los dos básicos en que más non apoyaremos;
uno es “Hijos del divorcio” de J.L Despert, y el otro “Cuando
los padres se separan” de Francoise Dolto, aunque echaremos mano de
otros textos como pueden ser Diccionario Psicoanalítico de
Psicopatología del niño y del adolescente o Enciclopedia del niño
y del adolescente.
SENTIMIENTOS
Y EMOCIONES VINCULADAS A LA SEPARACIÓN DE PADRES
El sentimiento de culpa hacia los hijos es una emoción que la
mayoría de padres y madres comparten cuando se tienen que enfrentar
al fracaso de su matrimonio, aún aquellos que difícilmente adivinan
toda la profundidad de la perturbación de sus hijos.
Muchos consejeros informan que este sentimiento de culpa es la
primera reacción intensa que expresan los padres. Se revela en una
variedad de maneras que tienen no obstante un denominador común.
“Debemos haber fallado de algún modo”, “Supongo que no he sido
una buena madre”; y por parte del padre “¿Cómo enfrentaré
ahora a mi hijo?” Esta autoacusación aparece con palabras casi
idénticas en innumerables protocolos.
La culpa es una de las numerosas complicaciones emocionales de la
separación de padres. El divorcio no es solamente un proceso legal.
Es una experiencia emocional de explosiva intensidad. La aflicción y
la postración nerviosa, el temor ante el futuro, el sentimiento de
fracaso, el rechazo, el derrotismo; y también el resentimiento, la
frustración, la autoconmiseración y la ira; todas estas
manifestaciones deben esperarse, tienen que irrumpir de una u otra
manera, aislada o conjuntamente, en alguna de las fases del proceso
de separación y/o divorcio, y especialmente en sus comienzos.
Es importante dar a estas reacciones plena oportunidad de expresarse
y desenvolverse. Cuando se las mantiene ocultas aumentan enormemente
las tensiones existentes entre padres e hijos. El primer objetivo de
su campaña es el de sentir juntamente con sus hijos, el de mantener
su confianza y de robustecer la seguridad que tienen en su amor.
Pero por otra parte, los hijos también pueden hacer intensificar las
emociones ligadas a la separación. Así, algunos padres pueden
llegar a sentir verdadera inquina por sus hijos por la razón misma
de que ellos aumentan sus problemas y les hacen sentirse culpables.
Cuando a menudo hemos oído estas palabras: “Si no fuera por los
chicos, habría sido fácil comenzar de nuevo.
La inquina que uno de los cónyuges siente hacia el otro en el
matrimonio fracasado, incide también en la relación existente entre
padres e hijos. Que un hombre y una mujer que han fracasado en el
matrimonio alimenten luego mutuamente sentimientos hostiles, es algo
que cabe esperar, en la medida en que nos fundemos en la experiencia
del comportamiento humano. Si en lugar de sepultar estos sentimientos
se pueden sacar a la luz y puede liberarse su fuerza dinámica en una
dirección segura, estos sentimientos perderán entonces buena parte
de su fuerza lesiva potencial.
Este es uno de los aspectos valiosos que tiene el contar con una
persona en la que pueda confiarse, especialmente si se trata de una
persona que pueda se objetiva al mismo tiempo que comprensiva y que
pueda prestar apoyo al padre o a la madre cuando cualquiera de ellos
se propone seguir una conducta prudente. Esta es la razón por la que
se recomiendan con frecuencia los servicios de consejeros
matrimoniales, las clínicas y los psiquiatras, no necesariamente
porque se juzgue indispensable un tratamiento, sino más bien para
liberar unas tensiones emocionales.
El primer paso, entonces, para que un divorcio sea exitoso, consiste
en que los padres se tomen el tiempo necesario para hallar la ayuda
que precisan, para comprender y evaluar entonces sus propias
emociones en la situación del divorcio, tanto en cuanto se trata de
las que abrigan mutuamente entre sí, como de las que experimentan
hacia sus hijos.
El segundo paso es comprender al hijo/a.
NECESIDADES
EMOCIONALES DE LOS HIJOS
El primer propósito de los padres debe ser el de comprender las
necesidades emocionales de los hijos y encontrar modos saludables de
satisfacerlas. El peligro más serio a que se hallan expuestos los
niños consiste en la privación del apoyo emocional que necesitan
para desarrollarse. Una de las tranquilidades que la moderna
psiquiatría infantil puede ofrecer a los padres, es la de que un
niño puede absorber y sobrevivir casi cualquier experiencia
dolorosa, si está seguro del amor de su familia.
Prácticamente la primera reacción del niño especialmente de un
niño muy pequeño que no tiene la posibilidad de comprender las
sutilizas de una relación adulta, es la de que el padre, que ha
dejado el hogar, lo ha abandonado.
Por otra parte, si los
padres pueden sentirse culpables, también los niños pueden sentirse
así, y con frecuencia efectivamente esto ocurre. Siguiendo pasos que
al adulto le parecen misteriosos pero que para él son muy lógicos,
el niño puede llegar a la conclusión de que él es el
responsable de la separación de sus progenitores.
El modo preciso cómo
un padre puede librar al niño de su sentimiento de culpabilidad por
el divorcio, darle la seguridad del amor de sus padres, restablecer
su confianza y su seguridad a despecho de los numerosos cambios que
se producen en su vida, todo esto, dependerá de la edad y el sexo
del niño, de la situación individual, y de las personalidades tanto
del niño como de sus padres. Examinaremos luego algunos de los modos
que, aplicados a la resolución de estas confusiones emocionales de
los niños, han resultado exitosos en la práctica.
Por último, para
rematar este punto, los padres, para no tomar medidas irreflexivas
sabiendo que todas tienen sus repercusiones, deben tener presente lo
siguiente: algo que puede ayudarles a lograr comprensión y
paciencia, es el recuerdo de que detrás de estos mezclados
sentimientos, está el sentimiento supremo del miedo. El niño,
consciente de su impotencia infantil, tiene miedo –miedo de que se
lo deje solo y sin cuidados.
CUANDO LA SEPARACIÓN SE
AVECINA
Antes de dar el paso
definitivo hacia la separación se pasa por un período que puede ser
más o menos largo. Aún si la decisión resulta eventualmente la del
divorcio, el tiempo que se dedica a considerar la situación está
bien empleado. Un divorcio en el que se entra con resentimiento e
incomprensión es una experiencia destructiva, pero un divorcio en el
que se ha tratado de aclarar al máximo la situación, en el cual se
ha hecho un esfuerzo por resolver las diferencias y aliviar las
presiones emocionales, puede ser un paso positivo para todos los que
están implicados en él.
Mientras tanto, ¿qué
ocurre con el niño/a? Mientras sus padres es esfuerzan por resolver
la crisis que atraviesa su relación, él no puede evitar sentir las
tensiones que se producen en el hogar aun cuando el comportamiento
exterior mutuo de sus progenitores sea controlado. Si consultan a un
consejero es probable que éste quiera ver al niño. Aunque el niño
no pregunte y no presente signo alguno de que percible nada
extraordinario, es prudente suponer que está al tanto y que se halla
en cierto grado perturbado.
¿Qué deberá
decírsele?
Ante todo, mientras
subsista alguna incertidumbre sobre si los padres se separarán, no
debemos preocupar al niño introduciendo la idea de la separación.
No hay necesidad alguna de sugerir la posibilidad de una ruptura del
hogar hasta que ella esté definitivamente decidida.
No obstante deberá
usted decirle al niño alguna cosa, y no deben ser fantasías ni
cuentos de hadas, sino la verdad. La primera tarea consistirá en
poner de manifiesto el hecho de que el desacuerdo existe.
Las palabras que
eligirá usted para expresar esto dependerán naturalmente de la edad
del niño y de sus desarrollo.
Los mayores se
disgustan a veces enormemente entre sí, como hacen los chicos,
podría decir ud. Los mayores se equivocan también. Papá y mamá
piensan que han cometido algunos errores. Están disgustados el uno
con el otro porque tropiezan con dificultades.
Puede parecer que el
niño queda contento con esta explicación. Pero debemos recordar que
un niño no absorbe todo de una sola vez.
Tratará ud. De evitar
la mención de los puntos específicos sobre los que se centran sus
diferencias, y especialmente aquéllos que implican al niño. Tratará
ud. de evitar toda referencia pasajera al progenitor ausente, por más
que crea que es él el culpable, porque esto puede solamente lastimar
al niño. Tratará de ahorrarle la dolorosa experiencia de tener que
tomar partido entre sus progenitores.
Aunque la ansiedad del
niño gira difusamente sobre toda la situación, hay no obstante, un
aspecto muy concreto: necesita saber especialmente que él no tiene
la culpa, y que sus padres le siguen queriendo.
EL MOMENTO DE LA
SEPARACIÓN
Se ha llegado
finalmente a la decisión de que no pueden seguir viviendo juntos.
Ahora se preguntan:
¿hay algún momento que sea más adecuado que otro para divorciarse?
¿La edad de los niños influye en su capacidad de adaptarse al
divorcio? ¿Deberían esperar por el bien de los niños?, y si así
fuera, ¿cuánto tiempo? Hay una situación muy concreta a la que
están vinculadas estas anteriores preguntas: si hay un niño muy
pequeño. El foco emocional de un niño que se halla por debajo de
los cinco o seis años es su madre; su estabilidad emocional depende
estrechamente de la de ella. La cuestión que deberían plantearse
los padres de un niño pequeño es la de qué puede ser la madre para
el niño, cuando el padre deja el hogar.
Se pueden formular
cuatro principios que ha de servir como guía para su primer examen
de la situación de divorcio (o separación) con un niño de
cualquier edad:
- Reconozca que se ha tomado la decisión de separarse. Él sabe ya que el problema existe, y hablar con ud. calmosa y simplemente sobre la separación inminente le ayudará a aliviar su ansiedad.
- Reconozca que los adultos pueden cometer errores, y que sus padres los han cometido. Es preciso que acepte algún día el hecho de que sus padres sor seres humanos.
- Asegúrele que en ningún sentido debe culparse por lo que ha sucedido entre sus padres. Sea lo que fuere lo que hubiera podido decirse en momentos de ira o impaciencia, el problema existe únicamente entre sus padres, y él queda enteramente aparte. De este modo lo ayudará ud. a aliviar el sentimiento de culpa con que la mayoría de niños cargan cuando se producen problemas entre sus progenitores.
- Finalmente, y esto es lo más importante, asegure ud. de todos los modos posibles que a pesar de las diferencias que ambos cónyuges tienen entre sí, los dos lo quieren todavía como siempre lo han querido.
LA REACCIÓN DEL HIJO/A
Es preciso estar
preparado para afrontar una intensa reacción por parte del niño.El
primer anuncio abierto que se le haga será seguramente doloroso y
mostrará probablemente su aficción. Pero la expresión de esta
aflicción, si si produce, es algo que lo aliviará, y ud. no debe
intentar estorbarla.
Antes de que pasemos a
referirnos específicamente a los niños de distintas edades, es
preciso hacer una prevención más respecto al sentimiento de culpa
en el niño. El niño se asgna la culpa sin que sea preciso incitarlo
a ello. Interpreta esta perturbación que se le ha venido encima,
como un castigo por algo que ha hecho, o quizás por algo que ha
deseado. Ud. deberá asegurarle, no una sola vez, sino muchas, que él
no es la causa del divorcio, que lo que ha ocurrido entre sus padres
es algo con lo que él no ha tenido que ver.
EL DIVORCIO Y EL NIÑO DE CORTA EDAD (hasta los tres años)
Para el niño que está
todavía en la primera infancia, la madre es lla intérprete natural
del mundo exterior, y por lo tanto es lo usual que la madre sea quien
le presente la situación del divorcio.
Y sin embargo tiene
gran importancia que en este momento se le demuestre al niño el amor
de su padre. Uno de los modos como el padre puede demostrarle su
amor, puede ser el de tomar parte en el acto de darle al niño las
explicaciones necesarias. Si hasta este momento no ha estado próximo
a su hijo o a su hija, no puede ahora ganar a la fuerza su confianza.
A veces, asimismo, las
diferencias entre marido y mujer tienden a convertir la relación que
cada uno de ellos tiene con el niño, en competencia por ganarse el
afecto de éste. Ambos deben prevenirse contra esto. Para el niño de
corta edad, su padre y su madre son los padres, un solo
concepto. Cualquier esfuerzo tendiente a disminuir su amor por uno de
ellos a favor del otro puede alterar su confianza en ambos.
En esta primera
infancia, lo más importante es que sienta la seguridad del amor.
¿Qué puede decir un
padre al niño de pocos años al que abandona? Formulada de este
modo, la situación es casi demasiado conmovedora y dramática, y sin
embargo no precisa llegar a esto.
Debe ud. decirle,
puesto que es la verdad, que ud. abandona el hogar –pero no con
evasiones relativas a negocios u otras razones ficticias que puedan
servir para explicar su partida. En la mente del niño no debe quedar
duda alguna: sus padres van a vivir separados. Evitará toda
referencia a las diferencias que tiene con su mujer, diciendo
simplemente que mamá y papá no se entienden bien y van a vivir
separados. Le repetirá, para recalcarlo, que ud. va a volver a verlo
pronto y seguirán haciendo las cosas que a ud y a él les ha gustado
hacer juntos en el pasado.
Hemos estado hablando del
papel del padre cuando la madre sigue cumpliendo sus funciones. ¿Cuál
será su papel si es la madre la que se marcha?
En tal situación al
padre le cabe una considerable tarea. Por más afligido que pueda
sentirse, puede dar por seguro que el niño se siente mucho peor. El
niño ha sido rechazado y abandonado por la persona adulta que más
significaba para él y en quien había puesto necesariamente su fe y
su amor más grande.
Este niño necesita de
su padre la inmediata y convincente expresión de su amor y
confiabilidad. Papá está aquí todavía, y papá se queda. Papá
no lo abandonará.
Tan pronto como
resulte posible el padre busca por lo general una madre sustituta,
una parienta o una amiga, o alguien que administre la casa, que pueda
desempeñar el papel de la madre no sólo en lo que concierne a la
atención del niño, sino también en relación con su afecto.
Todo esto es
suficientemente claro. Lo que no lo está tanto, y suele pasarse por
alto en la confusión del hogar y a causa del comprensible
resentimiento del padre, es que el niño/a necesita también que
se le ayude a conservar de su madre todo lo que
pueda salvarse.
“¿Va a volver?”
Ud. espera que así sea. Mientras tanto ud. y él pueden
arreglárselas juntos. Y procederá ud, a hacerlo así. El realizar
las actividades rutinarias a las que está acostumbrado es algo que
confortará al niño más que una larga explicación verbal, y tendrá
la seguridad del amor de su padre no sólo verbalmente expresado,
sino también demostrado en los hechos.
Cuando una parienta o
alguna otra persona a quien se encomienden las tareas de la casa se
haga cargo del cuidado del niño, debe inculcársele la importancia
que tiene referirse a la madre ausente únicamente en los términos
positivos que ud. ha empleado.
COMUNICACIONES ENTRE LA
MADRE Y EL NIÑO EN ESTA ETAPA
Consideremos ahora, la
situación más común, aquella en que la madre se queda y el padre
se va. Supongamos que el padre ha dejado la casa de modo repentino.
Generalmente la esposa no cree en un primer momento que la partida de
su marido sea permanente. Ella dice, y lo cree, “papá volverá”.
Pero a medida que el
tiempo pasa y el marido no vuelve su seguridad disminuye y su
incertidumbre se comunica al niño. El niño puede preguntar “¿cuándo
vuelve papá? Y “¿por qué se fue?”
Ahora que ella no está
ya segura de sí misma y comienza a sentirse ansiosa, deberá medir
sus respuestas. “Papá estaba enojado y perturbado. Estaba tan
perturbado que no hizo las cosas como las hubiera hecho si hubiera
estado como siempre. Quizá vuelva.”
“Es que papá estaba
tan perturbado; esperamos que esté bien. Estamos tratando de
encontrarlo (si interviene la policía) y ayudarlo.” Nada se ganará
con dramatizar la situación, y no puede hacerse más que daño si se
ataca al padre ausente con amargura y resentimiento.
La mujer que tiene que
explicar a sus hijos que el padre la ha dejado por alguien a quien
prefiere, se halla en una situación penosa. Sabe que ha sido
rechazada a favor de otra mujer. Su aflicción es profunda y puede
quizá sentir que debe justificarse de algún modo ante sus hijos.
Adoptará un conducta
inteligente si busca una salida para estos sentimientos dolorosos en
alguna amiga o pariente en quien pueda confiar, de modo que con sus
hijos pueda comportarse de un modo que les infunda clama y los
conforte. El niño pequeño no debería verse comprometido en la
lucha que ella libra por recobrar la confianza en sí misma.;
esto sólo puede confundirlo. Lo que él precisa es saber que su
madre lo quiere y que su padre lo quiere igualmente, sea lo que fuere
que ha ocurrido entre ellos.
Esta madre puede
decirle “Papá ha encontrado una nueva esposa. La quiere y quiere
estar con ella, pero también te quiere a ti. Vendrá pronto a
visitarte.
El niño/a puede
aferrarse muy tenazmente a su esperanza de que toda esta cuestión de
la separación, el divorcio y el nuevo matrimonio, pasará algún día
y que sus padres vivirán juntos nuevamente.
Los niño de corta
edad se aferran a la idea de que sus padres son una sola cosa. Cuando
se produce una separación y un nuevo casamiento, es deber de los
padres ayudar a los niños a abandonar esta idea.
El niño/a frente a la
presencia del padrastro
Una vez que ha
aceptado la realidad de sus padres como individuos distintos, el niño
de pocos años puede lanzarse a una nueva campaña, una campaña que
tiene como finalidad encontrar un reemplazante de su padre, de modo
tal de poder contar nuevamente con la unidad de un padre y una madre
que vivan juntos.
Cuando el padre se ha
enamorado de otra mujer, el niño de corta edad se confrontado
primeramente con la pérdida de su padre y sólo más tarde con la
entrada en escena de un nuevo padre si la madre vuelve a casarse.
Cuando la madre se ha enamorado de otro hombre, en cambio, el niño
debe dejar de lado su propio padre (por lo menos en el hogar) y
aceptar casi al mismo tiempo uno nuevo.
Teniendo en cuenta su
propio bienestar al mismo tiempo que el del niño, y para
proporcionarle a su nuevo matrimonio mejores posibilidades de éxito,
la madre obrará inteligentemente si se toma el tiempo necesario y
prepara al niño para su nuevo padre. La situación exige también
algo más de parte del presunto padrastro. Éste debería comenzar a
elaborar una relación amistosa con el niño antes de ponerse
en la posición permanente de marido y padre.
El niño/a frente a
la madrastra
Por lo general la
madrastra no tiene mucho que ver con el niño de corta edad, porque
éste permanece en la mayor parte de los casos con su propia madre y
allí recibe la visita de su padre. Cuando se producen encuentros
entre la madrastra y el niño, ella puede descubrir que el niño
presenta muchas dificultades para aproximársele, porque en estos
años tempranos el niño se halla todavía tan próximo a su propia
madre que es casi parte de ella.
¿Qué es lo que
siente el niño? Ve la llegada de esta extraña como una amenaza. Ha
perdido ya a su padre y puede temer que esta mujer desconocida pueda
separarlo también de su madre. Si ha perdido a su madre, puede tener
mayor necesidad de esta nueva, pero probablemente se sentirá también
más temeroso y ansioso.
LOS AÑOS DE LA
SEGUNDA INFANCIA Y DE A ADOLESCENCIA
Durante esos años
intermedios que van desde la primera infancia a la adolescencia el
niño comienza a expandir su mundo más allá de las cuatro paredes
del hogar, y a incluir en él a la escuela, los lugares donde juega y
el vecindario. Establece relaciones independientes y quizá amistad
con otros adultos que no son sus padres; conoce a sus maestros, a
los padres de sus amigos, a algunos de los comerciantes del
vecindario. Tiene compañeros de colegio y camaradas de juego.
Por lo general, aunque
ello no ocurra necesariamente en ciertos casos individuales, el
niño/a que atraviesa esta edad intermedia comienza a ser menos
dependiente de su madre y a volverse hacia el padre. El niño
establece a menudo un compañerismo activo y creciente con su padre.
La niña no expresará quizá, tan abiertamente su interés por el
padre, pero cada vez le presta mayor atención y realiza tentativas
de establecer con él una relación distinta y separada de la que
tiene con su madre.
¿Cómo se debe ayudar
a los niños que pasan por esta edad intermedia a aceptar el
divorcio? Se debe recordar que aunque ellos no formulen ninguna
pregunta y pueda parecer que no necesitan explicación alguna, es
importante lograr que confíen en ud.
El niño que no habla
Cuando se trata de un
chico, la mera comunicación con él puede dar algún trabajo.
Durante el período tormentoso del divorcio puede Ud. notar que come
poco o duerme mal, que remolonea para venir a la mesa, que tiene
dificultades con sus deberes, y, sin embargo, al mismo tiempo puede
rechazar sus ofrecimientos de ayuda. Cuando ve Ud. que no se resuelve
a salir a jugar, que no tiene ganas de unirse a sus amigos en las
actividades que anteriormente tanto le complacían, le pregunta Ud.
“Qué te pasa?”, y su respuesta será probablemente “Nada,
mamá”.
Es más conveniente
dar por sentado que Ud. sabe qué está pasando, y su primer esfuerzo
debe ser el de hacerle saber que Ud. lo sabe. En lugar de repetir
“Pero, ¿qué es lo que pasa, no me puedes contestar?” irá Ud.
más lejos si va directamente al asunto y dice que sabe cuáles son
algunas de las cosas que él siente. Ud. comprende que está confuso
y alterado. También Ud. está alterada. Ud. y él pueden tratar con
conversar juntos.
Quizá no obtenga una
respuesta inmediata. No lo presione para hacerlo hablar; el impulso
que siente Ud. de hacerlo así no es más que la expresión de su
propia ansiedad, ligeramente disfrazada ante sus propios ojos como un
esfuerzo objetivo por sonsacarlo.
Pero no se
descorazone. Esté siempre disponible para cuando él quiera volverse
a Ud. Él desea y precisa la confortación que puede Ud.
proporcionarle, pero sus sentimientos de ansiedad, de resentimiento y
de culpa por lo que ocurre entre sus padres, obran como una barrera
surgida entre Ud. y él. Mostrándole que comprende muchas de las
cosas que no puede decir, Ud. puede ayudarle a romper la barrera. El
simple reconocimiento de que también está afligida, de que Ud. y él
están juntos en este problema, lo ayudará a acercarse.
¿Cómo puede Ud.
ayudarlo? Ante todo permitiéndole al niño expresar estos
sentimientos, y en segundo lugar poniendo en claro las realidades de
la situación. También en este caso, como con el niño de pocos
años, responderá Ud. a las cuestiones tácitas, a las preguntas que
él no ha formulado: sus padres no se llevan bien, pero lo quieren y
él no tiene la culpa de nada de lo que ocurre.
La hija hostil
Con frecuencia, durante
este período la hostilidad de la hija se dirige de un modo muy
determinado hacia su madre. Su padre significa mucho para ella; su
competencia con la madre por el amor del padre se ha vuelto más
abierta y agresiva. Es probable que sienta que su madre ha ahuyentado
a su padre, o, si es un poco más grande, que su madre no ha sido una
buena esposa en el grado necesario para conservarlo. En beneficio de
ambas reviste suma importancia hacer expresa la hostilidad de la
niña. La madre puede aliviar en gran medida la presión que ambas
sienten, expresando con claridad que comprende que su hija esté
disgustada con ella y por qué lo está. Ella ha tratado de
explicarle por qué se ha ido su papá, pero sabe que esto es difícil
de aceptar para una niña como ella. En lugar de mantenerse
disgustadas, ¿por qué no conversar el asunto?
Los padres deben
comprender que a los niños les queda un eco doloroso de las
discusiones y altercados que precedieron al divorcio, y que esto les
produce sentimientos de desasosiego hacia el progenitor ausente y de
resentimiento hacia el que permanece en el hogar o bien al revés.
Protegiendo al
progenitor ausente
Para el progenitor que
permanece con el niño la posibilidad de destruir su amor por el que
ha partido se le aparece como una fuerte tentación. Como hemos dicho
varias veces ya, esto puede constituir un alivio temporario para el
progenitor que así lo hace, pero al niño no puede hacerle más que
daño. Su efecto es el de mantener vivas la amargura y las
incomprensiones que son fuentes de tantos dolores para padres e hijos
en las situaciones de divorcio.
Tanto en el caso de la
niña como en el caso del niño debe Ud. tratar de proteger la imagen
del progenitor ausente. No es necesario ni deseable construir una
versión idealizada del mismo, o justificar sus debilidades. Pero si
el niño oye “A tu padre no le importas un bledo”, esto puede tan
sólo lastimarlo. Sean cuales fueren las conductas reprochables del
progenitor ausente, habrá siempre algunas cualidades positivas que
pueden recalcarse.
Lo que la madre puede
hacer calmosa y discretamente, es contrarrestar los temores del niño
recordándole aquellas cualidades positivas que ambos saben que el
padre posee, y aquellos placeres que el padre e hijo acostrumbraron
gozar juntos en el pasado.
“¡Yo no me casaré
nunca!”
El niño que atraviesa
por esta edad intermedia, puede responder al divorcio con un rechazo
total del matrimonio: “¡ Yo no me casaré nunca!” Lo que hace es
proyectar en su propio futuro con la capacidad de juicio de un niño
y con su incapacidad de comprender las complejidades de las
relaciones adultas. Ha sido herido. Ha visto a sus padres desdichados
en su matrimonio y ha sentido que también a él se lo hacía
desdichado. Por lo tanto el matrimonio es algo malo, y no quiere
tener nada que ver con él.
Ud. puede ( Y DEBE)
ayudarlo a formarse un juicio más ponderado de lo que ha ocurrido.
Dígale que siente como él el hecho de que haya sido lastimado, pero
también que Ud. sabe que el matrimonio no siempre resulta de este
modo.La mayor parte de los matrimonios marchan bien. Uds. Han
cometido errores. Este reconocimiento, aunque a los padres les
resulte difícil hacerlo ante un niño, es importante para que éste
comprenda por completo la situación.
El niño
preadolescente y el adolescente
El niño que ha pasado
la edad de los doce años ha alcanzado ya la edad de la independencia
física y goza también de una relativa independencia emocional.
Lo que alcanza
proporciones importantes y crecientes en estos años, es la imagen
que se forma el niño del padre y de la madre. Esto es lo que habrá
de influirlo en su propio rol del adulto, an sus actitudes hacia el
otro sexo y hacia el matrimonio.
Ud. puede hacer mucho
para facilitarle o dificultarle a su hijo la consecución del éxito
en la vida adulta según el modo cómo disponga Ud. durante este
período la experiencia que tendrá el niño del divorcio. El
adolescente no dice por lo común, como el niño que vive la etapa
anterior, “¡No me casaré nunca!” Puede en cambio desarrollar
actitudes que posteriormente serán la causa de que tema toda
experiencia sexual, u opte por la promiscuidad, que tenga miedo de
dar su amor, que huya de una relación permanente, o que adopte una
actitud cínica frente al matrimonio.
Tanto para los
muchachos como para las muchachas, la mejor garantía de un futuro
satisfactorio en su matrimonio, es una satisfactoria imagen paterna.
Así, la preocupación principal de los padres de un hijo
adolescente, es la de salvaguardar su imagen del padre y de la madre.
DESPUÉS DEL
DIVORCIO
Las consecuencias del
divorcio crean una variedad de situaciones delicadas respecto a las
cuales conviene que los padres piensen un poco de antemano.
Probablemente las pugnas más frecuentes y familiares entre los que
fueran los cónyuges de un matrimonio surgen respecto a dos
cuestiones: la una es el dinero, y la otra el ejercicio de los
privilegios de visita por parte del padre.
Cómo hacer más
llevadera la etapa difícil
En reiteradas
oportunidades hemos mencionado algunas de las reacciones que los
padres pueden esperar por parte de los hijos durante y después del
divorcio. La desgana, la inapetencia, el dormir mal, las dificultades
con la escuela, el comportamiento irritable y hostil, son tan
naturales en un niño con problemas como sus equivalentes en el
adulto que también los tiene. Muchos de los comportamientos que se
producen en el comportamiento del niño son tan sólo los que
correspondería esperar como reacción a una desdichada situación
dada. Una madre se queja de que su hijo se niega a salir y a jugar
con sus amigos, sin darse cuenta de que ella misma sigue la misma
pauta de apartarse de todo, declinando invitaciones, permaneciendo
día y noche sola en su casa.
El niño que antes del
divorcio tropezó con dificultades, puede mostrar ahora un grado
considerable de perturbación. No cuenta con los recursos de que
dispone para salir del paso un niño bien adaptado ante la ocurrencia
de una crisis, y puede precisar de ayuda exterior. Pero las
reacciones que deben esperarse de ordinario de un niño en tales
ocasiones, no deben resultar alarmantes para usted a menos que haya
hecho todo lo que puede para crear una situación cómoda y persistan
no obstante los signos de una desdicha excesiva. En ese caso una
consulta puede bastar para tranquilizarla, o para obtener consejo
sobre cómo ayudar de un modo más efectivo al niño.
No basta mantener para
el niño la misma rutina que antes, fingir que la vida continúa como
siempre. Este es el momento de realizar un pequeño esfuerzo
adicional para aliviarlo de su preocupación por lo que ha perdido.
Quizá no se sienta ud. con ánimo propicio para ver gente o recibir
a los amigos y a la familia. Pero haga ud. ese esfuerzo por el bien
del niño, si no por el propio; será mejor para ambos. Una relación
demasiado concentrada entre usted y su hijo ofrece algún peligro.
Expanda usted su mundo en lugar de contraerlo. Haga que reparta sus
afectos sobre una superficie más amplia. No es necesario ni deseable
un brusco estallido de actividad novedosa y sobreestimulante, se
trata solamente de posibilitarle al niño una actividad algo mayor
que ejercitada en el pasado. Anímelo a recibir la visita de sus
amigos con mayor frecuencia, quizás a quedarse a pasar la noche en
casa de aquéllos en oportunidad en algún fin de semana. Realice
usted reuniones de familia. Invite con mayor frecuencia a los
parientes que él prefiere y aquellos amigos suyos que al niño más
le agradan.
Usted misma puede
pasar más tiempo con si hijo en viajes y salidas que puedan
interesarles a ambos. Dedique igualmente un poco más de tiempo a
compartir con él la radio, la televisión y el cine; si puede
compartir con el hijo alguna afición pero siempre sin forzar su
interés: no fuerce su interés así como tampoco el del niño.
Esta es también la
época de no tomar tan a pecho la cuestión de la rutina y de las
obligaciones domésticas. Si su hijo olvida sacar la basura o llevar
a pasear al perro, o se niega quizás a obedecer cuando usted se lo
recuerda, déjelo pasar. Si su hija haraganea antes antes de
hacer una tarea doméstica, u olvida guardar sus ropas y ordenar su
cuarto, no adopte actitudes exigentes.
¿Podrá esta
indulgencia crear malos hábitos? Muchos padres temen moderar la
rigidez de las reglas, aunque su buen sentido les dice que el niño
se comporta de este modo por causa de su propio trastorno, y que nada
se ganaría con hacer una cuestión de estas pequeñas infracciones.
¿Deberá llevar
usted al niño a su habitación?
Lo mismo vales para
los hábitos de alimentación y sueño. Un niño puede comer muy poco
o puede comenzar a atiborrarse vorazmente de comida y a aumentar de
peso. El hacer una cuestión en torno a lo que come intensificará
sus resentimientos; no le dará apoyo alguno ni le ayudará a comer
más o menos. Lo que precisa es que se lo tranquilice respecto a las
cuestiones que lo inquietan y que se lo alivie de la preocupación
que estas cuestiones le provocan. Déle ud. lo que precisa, y verá
si sus hábitos alimenticios no retornan gradualmente a lo normal.
El niño puede
resistirse ahora a ir a la cama aunque antes acostumbrara hacerlo de
buen grado. Un período de perturbación emocional reaviva a menudo
antiguos temores o produce otros nuevos. Su hijo puede comenzar a
tener miedo de cosas que no lo habían asustado desde la edad de tres
años. Sus temores pueden impedirle dormirse, o puede desvelarse
durante la noche.
Al niño pequeño
pueden sobrevenirle pesadillas. Cuando un niño que atraviesa la edad
intermedia o es aún mayor, muestra una reacción tan intensa después
de las partida de su padre, esto indica que ya antes ha experimentado
considerable ansiedad, y la situación presente ha exagerado su
conflicto previo. Pero a su hijo puede ocurrirle tan sólo que le
resulte más difícil irse a cama, que se demore, que encuentre
excusas para permanecer levantado hasta horas poco razonables. A
medida que la hora de acostarse se aproxima, las defensas
disminuyen. El niño puede necesitar tan sólo que su madre se siente
a su lado durante un rato en el momento de irse a dormir y que le dé
un poco más de apoyo.
Supóngase que esto no
basta. ¿Debería la madre llevar al niño a su propio cuarto?
Para la madre que
queda sola con su hijo existen algunos riesgos especiales, Aún
cuando no se llevara bien con su marido, se habrá acostumbrado
progresivamente a la presencia de otra persona, quizás durante años,
y ahora se siente sola. Inconscientemente ella podría volverse a su
hijo como sustituto. El problema del chico es distinto. Extraña a su
padre y siente ansiedad cuando piensa en su vida futura sin su padre.
Necesita que se lo conforte, pero una proximidad excesiva con su
madre puede despertar antiguos conflictos pertenecientes a su
temprano desarrollo sexual que en gran medida se habrán apagado ya.
La madre que tiene
conciencia de este aspecto de la relación madre-hijo, puede negarle
la confortación que un niño necesita por temor de resultar
perturbadora para el niño. Pero si ella es sensible a la profunda
necesidad de independencia del niño, así como a la necesidad
inmediata de ser confortado, no hay nada que temer.
Puede usted llevar a
un niño pequeño que se siente perturbado a su propia habitación
durante un corto tiempo. Aclare usted desde un comienzo que el
arreglo es tan sólo temporal, por unas pocas noches o hasta que el
niño duerma mejor y pueda volver a su propio dormitorio. Trate de
evitar la reproducción exacta de la situación del padre. Traslada
la cama del niño a su cuarto. Si esto es práctico y es preciso que
utilice la cama gemela, disponga de otro modo el moblaje. O si no es
posible introducir ningún cambio, lleve a su cuarto el cubrecama del
niño, algunos de sus juguetes , quizás una silla que le pertenezca,
para hacer que su cama tenga un aspecto de una cama de niño y su
parte del dormitorio parezca el cuarto de un niño.
Una solución mejor
para usted es la de dormir en el cuarto del chico; quizá haya allí
un catre, o espacio para colocar un catre en el que pueda haber
dormido una enfermera o una niñera. Nuevamente ponga usted en claro
que esto sólo será por un tiempo, hasta que pueda dormir solo.
Asegurándole que esto es temporario le dará usted la tranquilidad
adicional de que ud. sabe que este tiempo difícil pasará. El niño
se sentirá robustecido tanto por la buena disposición con que lo ha
ayudado, como por su confianza en que no es probable que la situación
sea permanente. Vigile para advertir el momento cuando el niño se
haya tranquilizado, pero no lo presione para que vuelva a dormir solo
antes de que esté listo para ello. La sugerencia puede provenir
inclusive de él, no siempre en términos lisonjeros: “… roncas
demasiado”, etc.
ResponderEliminarMe uní a su sitio y en 3 días recibí un mensaje de mi socio actual. Después de 2 meses de mensajes y llamadas telefónicas, finalmente nos conocimos y en el momento en que la vi lo sentí ... ella era la elegida. Y todavía está en contacto con Doc Via templeofanswer@hotmail.co.uk, llame / w.s +233 (815) 542-5481